Sunday, August 20, 2006

Una noche afuera


Por primera vez durante su primer año de vida, Matias Luka durmió fuera de su casa.
Obviamente, cuando nació los primeros días estuvimos en el sanatorio. También durante las vacaciones pasamos dos semanas en otro lugar. Sin embargo, este sábado fue diferente por el simple hecho de no estar con sus papás, al dormir y al despertarse.
Nosotros teníamos el casamiento de mi amiga Ariela, el cual duraba toda la noche.
Aprovechando la posibilidad de cuidarlo, sus abuelos maternos armaron la practicuna y se llevaron al “Tute” a dormir con ellos. De paso, tuvimos la posibilidad de volver a la madrugada y poder descansar hasta el mediodía. Y tal vez, un poco más.

La fiesta estuvo muy buena. Comí realmente mucho en la recepción y aproveché la barra libre (buena idea para seguir implementando en los casamientos judíos) para degustar varios daikiris. Bailé con Susú, me sumé a algunos pogos y disfruté de unas frutillas con crema. En conclusión, terminé fundido y deseando llegar a mi cama lo antes posible.
No dudo en decir que durante la ceremonia vi muchos chicos y enseguida extrañé a Mati, pero durante la noche y con el alcohol a cuestas se me fue pasando. Además, cuando pensaba en acostarme, saber que no habría reclamos ni llantos no estaba tan mal.

Pero la noche pasó y cuando nos despertamos algo muy importante nos estaba faltando.
Rápidamente llamamos a mis suegros y arreglamos para que lo trajeran a casa.
Ni bien llegó, fue recibido como un rey que vuelve a su hogar. Besos y caricias sin temor a derrochar, mientras el nos respondía con su sonrisa habitual y sus ganas de jugar.
Por los comentarios, sabemos que no tuvo ningún inconveniente durante toda su estadía y que la pasó muy bien. Seguramente, el pequeño cambio no habrá sido tan notorio para él, como si lo fue para nosotros. Y de esta forma, abrió la puerta para nuevas noches con abuelos. De hecho, en dos semanas le toca con los paternos.

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