Friday, August 25, 2006

Qué quería hacer? Ah, sí… dormir


El regreso a casa vino con yapa de regalo. Mati estaba durmiendo la siesta y de esa forma, me permitía seguirle los pasos. Cosa que hice inmediatamente, al tocar la cama.
Una hora de descanso bien ganado. Además, el despertar del “Tute” vino acompañado de fastidio y bostezos, algo que nos hacía ilusionar con cenar y volver a dormir. Pero no…

Los llantos simplemente fueron una previa de la función nocturna. Los mismos, se debían más a las vacunas (tres en total) aplicadas a la tarde, que a estar enojado por levantarse.
La angustia le duró durante la cena, en la cual mucho no comió. Salvó el yogurt salvador.
Con el baño ya empezó a sentirse mejor y a recuperar su risa. Jugamos mientras lo cambiamos, aguantó los cinco minutos de la nebulización (retomada por la tos y los mocos, artistas exclusivos de este invierno ciclotímico) y nos preparamos para dormir.
Se acostó en mi panza y sus ojos se fueron cerrando poco a poco. A pasos nomás de encontrar el sueño, vaya a saber uno por qué, pegó la vuelta y se sentó a mi lado.
Fresco como una lechuga, comenzó hablarme y a moverse para agarrar los controles remotos, así retomar el horario de juegos. Algo que duró hasta cerca de la medianoche.
El día parecía concluir, cuando a los diez minutos de haberlo acostado en su cuna, volvió el llanto. Nuevamente sentado, me esperaba con los ojos mojados de tanta lágrima.

Otra vez a upa y acostarse en la panza de papá. Sin embargo, algo le molestaba. No dejaba de moverse y quejarse. Cuestión que decidimos sacar la artillería pesada, una mamadera con leche y un analgésico. Tratando de calmar el dolor por las vacunas.
Casi las mismas escenas se volvieron a repetir, desde el segundo intento por comenzar las horas de sueño. Pero en esta ocasión el fastidio fue compartido. Con picos de desgano.
Llegó un momento, donde la frustración me llevó a pedir por favor una tregua.
Recién a las tres de la mañana, la tranquilidad se hizo presente. Pero estuvo a punto de tambalear, cuando se dio cuenta que volvía a su cuna. Por suerte, las quejas duraron muy poco. El ánimo no estaba dispuesto a volver hacerse cargo de la situación. En ese momento, recordé que cosas había tenido ganas de hacer, tres horas antes. Simplemente, lavarme los dientes y dormir.


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